Era la ultima tarde de un tranquilo verano de enero
Ella nuevamente se recostaba en su hamaca preferida
Desparramando su cuerpo en la tela cruda y tersa
Otra vez sentía el cantoneo de las piedras que resultaron barcos colgados al azar, llevándola a un delicioso estado de conciencia sin igual
Y Comenzó poco a poco, la suave danza de las hojas del jardín al ritmo del mahual
Y casi sin querer ella levitaba otra vez
Su cuerpo se hamacaba entre la enredadera que vestía la pared izquierda hacia la que caía de la derecha
Un joven árbol se entusiasmó con la melodía y movió sus ramas al compás entrando en un trance de ensueño
Sus hojas verdes y plateadas acariciaban la espalda de esa mujer que había perdido el control entregándose al arrullo de la música que sonaba en ese jardín
Aunque nadie tocaba
Aunque nadie la veía
Ella sabia que una orquesta natural la sostenía
Maria
30/1/2016
Borges, Buenos Aires
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