jueves, 23 de febrero de 2017

El vínculo con nuestro cuerpo

El vínculo con nuestro cuerpo.

Desde que se une el óvulo con el espermatozoide se forma el embrión y comienza a gestarse la vida a través de todo un ciclo de formación y crecimiento maravilloso que es nuestro cuerpo.
Luego llegará el momento de nacer, ese instante crucial donde dejamos el cuerpo de nuestra madre para llegar al mundo, aprendiendo a respirar y conectarnos con el entorno.
Durante varios años continúa el desarrollo del cuerpo, crecemos en estatura, nuestros huesos y músculos siguen creciendo, y sigue un complejo e increíble proceso de crecimiento general que incluye el nivel físico y mental, y yo agregaría el espiritual.
En todo este proceso largo y complejo, se va tejiendo un precioso vínculo con nuestro cuerpo, este cuerpecito que nos va acompañando a lo largo de toda la vida, y digo vida pues es literalmente así, el cuerpo nace con la vida y recién con la muerte – de la cual nadie está exento – es cuando dejamos este cuerpo que nos ha alojado durante toda la vida.
Es que sin cuerpo no hay vida y no hay vida sin cuerpo.

Me gustaría detenerme allí, e ir observando ¿cómo ha sido el vínculo que tengo con mi cuerpo?
Quiero que vayamos recorriendo diferentes momentos, como si viéramos una película nuestra y pudiéramos observarnos, desde bebés, recorriendo la infancia, cómo celebrábamos el propio crecimiento, la adolescencia con la explosión hormonal, y la adultez con sus miles de vicisitudes hasta nuestro presente.
¿Qué cosas le he dicho a mi cuerpo? ¿Qué cosas me ha dicho mi cuerpo a mí? ¿Lo he escuchado?
Y hoy ¿qué me dice? ¿Cómo lo estoy escuchando?
El vínculo que tenemos con nuestro cuerpo nos acompaña desde que empezamos a gestarnos y hasta el final de la vida.
Es un vínculo inevitable, sucede aunque no nos importe, no lo busquemos ni querramos tener conciencia ni interés en ello.
Ahora bien, ¿cuánto ha influido la sociedad en este preciado vínculo? ¿cuánto ha influido la familia, la escuela, los amigos, las publicidades en cómo ha sido y es el vínculo con mi propio cuerpo?
Ir a un negocio de ropa y pasar por un probador es una prueba de fuego. El otro día escuchaba como un par de amigas criticaban con ferocidad su cuerpo, enojándose porque no les quedaba “bien” ese diminuto vestido y el cuerpo de ellas no cumplía con los estándares de la moda.
Y ¿qué nos pasa a nosotros cuando nos miramos en el espejo? ¿Qué es lo primero que vemos? Creo que no hay prácticamente nadie que no se critique aquél rollito que tiene, o esas curvas que detesta o la cara ojerosa, las arrugas de los años, y podríamos armar una interminable lista de críticas duras contra nuestro cuerpo.
Y el pobre cuerpo ¿qué contesta? ¿qué hace?
Sin embargo, el cuerpo ha tenido y tiene una cantidad enorme de mensajes para darnos, siempre ha estado hablándonos, pero ¿lo hemos escuchado?
Para recibir sus mensajes, para escuchar lo que el cuerpo quiere transmitirnos, sólo es cuestión de hacer una pausa y poder captar su lenguaje que es diferente al que conocemos, más delicado y sensible.

Mientras escribo estas líneas estoy en casa con una laringitis virósica que me tiene mal, y confieso que por momentos me he enojado con mi cuerpo pues ¿cómo se le ocurre enfermarse cuando tengo tanto para hacer? ¿está loco mi cuerpo?
No solemos ser para nada pacientes con la necesaria y adecuada recuperación que precisa el cuerpo, solemos apurarlo y presionarlo para que se cure de una buena vez y que no se repita!

Cambiar el vínculo con el propio cuerpo, aprender a mirarlo y escucharlo de una forma nueva, sin juicios, con una profunda mirada que pueda ver más allá de lo que la sociedad indique, que pueda escuchar y observar lo que tiene para decirnos, es un desafío y una tarea que necesitamos emprender y cultivar cada día, buscando transformar el vínculo con nuestro cuerpo.

Hay muchos grandes maestros y enfoques terapéuticos que hace ya varias décadas han empezado a abordar y conectar en profundidad con esta sabiduría corporal.
Adriana Nana Schnake terapeuta gestáltica, en una entrevista realizada el 28 de mayo de 2014, contestó cuando le preguntaron sobre ¿Qué siente usted que las personas no estamos escuchando?
“Al organismo, a nuestro cuerpo. La gente no tiene mucho cariño ni respeto por su cuerpo, porque desde chicos, en el colegio lo enseñan como si fuera algo que estuviera fuera de uno, como si fuera de otro. Sin embargo, el cuerpo es de uno, lo sentimos, lo tenemos, lo vivenciamos, es propio y habría que aprender a conocerlo de otra manera. Reconocer sus manifestaciones y saber cómo funciona, qué nos quiere avisar, qué nos quiere decir. Hay muy poco amor por el cuerpo. Hay cuidado por el cuerpo, para que se vea bonito, para que se vea más delgado. Es como si no supiésemos nada ni nos interesara, entonces cuando hace ruidito, vamos al médico y él nos dice, porque sabe. Mientras más rápido nos quite la molestia el doctor, mejor, no estamos interesados de dónde viene el dolor, qué significa. No tenemos una cultura de afecto, nos falta compromiso con el cuerpo. La usamos como una maquinita hasta que dice basta, sin mucha contemplación. No hay amor.”

Alexander Lowen, médico psicoterapueta, fundador en 1956 del Institute for Bioenergetic Analysis, sostiene que “Somos el cuerpo. El cuerpo es nuestra casa. Tengo la convicción de que uno es su cuerpo, y la cabeza no lo controla. Si uno quiere cambiar de un modo significativo, su cuerpo debe cambiar. Y el cuerpo no es algo de lo que se hable, es algo que se ve. Uno es su cuerpo, y este cuenta la historia de su vida. Habla de ti, de  hecho es tu. El cuerpo es lo que uno es, y cuánto más en contacto estás con el cuerpo, más en contacto estás contigo mismo. El sentimiento es una sensación corporal que se produce cuando uno percibe que ocurre con su cuerpo.”

El Dr. Eugene Gendling, filósofo y psicoterapeuta nacido en Vienna, descubridor del Focusing, señala que “nuestro cuerpo sabe cuál es la dirección de la salud y la vida. Si nos detenemos a escucharlo por medio de la Focalización, nos proporcionará los pasos en la dirección adecuada.” (E. T. Gendlin, Focusing, Proceso y Técnica de Focalización corporal, Editorial Mensajero, 2002).

Ron Kurtz, psicólogo creador de la Terapia Hakomi, dice que “en la terapia tratamos de trabajar constantemente en la interfase “mente – cuerpo”. Trabajamos con la interacción entre la creencia y la experiencia, imagen y emoción. A veces trabajamos focalizando nuestra atención sobre la experiencia corporal y buscamos identificar significados y creencias.”
Y agrega: “simplemente observa … no tienes que hacer nada… puedes simplemente permanecer en una actitud abierta… permitir que mis palabras te lleguen y prestar atención a tu experiencia … puede ser que aparezca en ti un pensamiento, un sentimiento, una sensación, una imagen, o podría surgir un recuerdo… tal vez un impulso o un cambio de tensión muscular… y no está mal que no ocurra nada… simplemente observa lo que ocurre.” (Ron Kurtz, Método Hakomi, Psicoterapia centrada en el cuerpo, página 31 y 79).

Y podríamos continuar con tantos otros maestros, pues afortunadamente comenzamos a contemplar y darnos cuenta que existe una conciencia corporal, que el cuerpo es sabio, y que lo más importante es empezar a cambiar el modo de relacionarnos con nuestro cuerpo.

Cuidar nuestro cuerpo no es solamente hacernos un chequeo médico una vez al año, no es solamente ponernos crema hidratante o comer sano, es generar un vínculo más amable y sensible donde yo pueda escuchar y hablarle a mi cuerpo y mi cuerpo pueda escuchar y también expresar lo que necesita, sin presión, sin exigencias, sin tensión, abriendo un diálogo genuino y honesto.

Desarrollar un vínculo más sano y saludable, sensibilizarnos, escuchar sin enjuiciar y con una actitud amorosa toda la cantidad de mensajes y sensaciones que el cuerpo nos da continuamente, pues el cuerpo nos habla todo el tiempo, y necesitamos silenciar el pensamiento crítico y desarrollar una escucha activa con nuestro cuerpo, dejarlo hablar, entrar en un campo de profundo silencio y calma, pues el cuerpo habla con otro lenguaje más sutil y sensible, y si no lo dejamos hablar un buen día nos gritará auxilio y en ocasiones será más difícil atenderlo, y otras veces ya será tarde.

Por eso, es tan importante que vayamos tejiendo a lo largo de nuestra vida con amor y sensibilidad este sagrado vínculo que todos tenemos con nuestro cuerpo, nuestro templo, sin el cual no podemos vivir.

María Carneiro
Abogada – Mediadora – Gestaltista
Facilitadora Bioenergética - Bailarina
@mariacarneiro






No me entiendes

“No me entiendes”

                                              
            Hablar de conflictos, es hablar de la dificultad que tenemos para comunicarnos.

            Me encuentro en casa, me duele la cabeza, mi compañero me llama y yo no tengo fuerzas para acudir a su llamado, el insiste y finalmente hago un esfuerzo y me levanto y me acerco para ver que necesita cuando me dice: “Vos nunca me escuchas cuando te llamo…”, yo me sobresalto e inmediatamente me pongo a la defensiva lista para responder y contraatacar: “eso no es cierto, es que vos no me comprendes….”, y así seguimos por un rato hasta que nos encontramos enredados en una discusión sin sentido que sólo busca lograr demostrar que cada uno tiene la razón.

            Y entonces me pregunto, ¿nos hemos comunicado? Bueno, en cierto sentido si, pero ¿nos hemos escuchado y comprendido? No, eso seguro que no.

            Nuestras expresiones están plagadas de interpretaciones, juicios, valoraciones, e incluso acusaciones. Nos cuesta comunicarnos sanamente, en forma clara, expresando aquello que observamos, sentimos y necesitamos.

            Caminamos por la calle, nos detenemos a observar una parada de colectivo, y ahí nomás sin siquiera haber emitido una palabra, aparecen los juicios: “mirá como camina ese señor, seguro que está loco”, “¿y esa señora? ¿Qué le pasará? Seguro que está deprimida porque no llega a fin de mes”, y ese hombre ¿que tendrá? ¿No será que lo echaron del trabajo?”, y así podríamos seguir en nuestro diálogo interno que no cesa de emitir juicios y evaluaciones.

            Ahora yo me pregunto, ¿qué nos sucede cuando a partir de estas evaluaciones es que nos comunicamos, cómo sigue la secuencia del diálogo con la otra persona?

            Marshall Rosenberg, en su gran obra sobre “Comunicación No Violenta”, nos enseña la primer premisa para comunicarnos bajo este esquema: OBSERVAR SIN EVALUAR, no nos exige que seamos totalmente objetivos ni que nos abstengamos de hacer evaluaciones, nos pide que mantengamos una separación entre nuestras observaciones y nuestras evaluaciones, pues si combinamos la observación y la evaluación, seguramente la otra persona escuchará una crítica (“Comunicación no violenta, un lenguaje de vida”, Marshall B. Rosenberg, Gran Aldea Editores, página 40).

            En la terapia Gestalt también se focaliza en esta premisa, y se refieren a ella con el concepto de lo Obvio y lo Imaginario.

            La relación que entablamos con nuestro entorno es experiencial, tomamos contacto con ella a través de nuestros sentidos, y generalmente está altamente contaminada por nuestras subjetividades (“Entrenamiento e Gestalt”, Eduardo Carabelli, Editorial Del Nuevo Extremo, página 58).

            Cuando nos referimos a lo obvio, aludimos a aquello que puedo captar a través de mis sentidos sin ningún agregado extra ni calificativo, es simplemente descriptivo. Por ejemplo: es obvio que estoy escribiendo en este momento con la computadora. Esto también es una observación, es decir que lo obvio surge de la observación pura y simple y despejada de toda calificación, interpretación o evaluación.
           
Luego aparece lo imaginario, aquello que yo libremente agrego a lo obvio, lo que supongo, invento, pensamientos, interpretaciones y evaluaciones.
           
Esto sucede casi sin darnos cuenta, constantemente aparecen los imaginarios, las evaluaciones, y no es que no podamos hacerlo, el punto es que solemos confundirlos y no distinguirlas de las observaciones.

            Si tan sólo pudiéramos darnos cuenta que se trata de una interpretación o de un imaginario que estamos agregando a la observación que realizamos, no se generarían tantas distorsiones en la comunicación, que luego probablemente éstas decanten en un conflicto que puede llegar a altos niveles de escalada.
           
            Para ilustrar con un ejemplo:
            Es obvio que estoy tocando las teclas de mi computadora y estoy acostada sobre mi cama.
            Esto surge de la pura observación que realizo con mis sentidos.
            Puedo imaginar que estoy chateando con un amigo que vive en otro país, tramando un encuentro clandestino en algún lugar. Y al imaginar esto, aparecen mis evaluaciones: eso no está bien, que feo que se comporte así, me indigna que las personas mientan!

            Todo esto surge de lo que imagino a partir de la observación, y quien sabe si es así, puede serlo o no, lo central aquí es poder distinguirlo, luego darme cuenta que es lo que estoy imaginando, y lo que luego evalúo y siento al respecto, entonces resulta clave que pueda revisar si esto es así, poder consultar, preguntar a la persona si lo que está haciendo es chatear con alguien y tramar un encuentro clandestino.
           
Es decir que a través de la pregunta podré corroborar mi imaginario, mi hipótesis, mi supuesto, lo cual puede ser cierto o no. Entonces me doy la oportunidad de despejar imaginarios y evaluaciones que resultan erróneas, evitar enojos o juicios equivocados, y clarificar mi comunicación.

            Este movimiento que pareciera tan sencillo, es fundamental, pues en la medida que nos hacemos cargo de nuestras interpretaciones y evaluaciones, de nuestros imaginarios, podemos revisarlos y dejar de confundirlos con lo real.

            Por ello, expresarnos desde la observación fenomenológica, describiendo lo que veo, agregando luego lo que yo imagino, interpreto y evalúo, marca una gran diferencia que permite al interlocutor, a la persona que recibe el mensaje, escucharlo y recibirlo de otra forma, sin sentir que es una crítica o un acusación, sino por el contrario dándole la oportunidad de responder, aclarando lo que considere necesario, y entablando así una comunicación más clara y eficaz.

            Entonces, volviendo a la conversación inicial relatada, cuánto hubiera cambiado si yo hubiera expresado: “Escucho que me llamas mientras estoy recostada debido a un fuerte dolor de cabeza – describo la situación, observación -, y por ello me cuesta levantarme y acercarme a donde estás” - expreso mi evaluación. Esta nueva forma abre una conversación sin acusaciones, ni recriminaciones, más honesta y clara, permitiendo que el receptor escuche y reciba mi mensaje, para así darnos la posibilidad de construir una mejor comunicación donde ambos nos podamos sentir escuchados y comprendidos. 


María Carneiro
Abogada Mediadora Gestaltista
Facilitadora Bioenergética
@mariacarneiro