jueves, 23 de febrero de 2017

No me entiendes

“No me entiendes”

                                              
            Hablar de conflictos, es hablar de la dificultad que tenemos para comunicarnos.

            Me encuentro en casa, me duele la cabeza, mi compañero me llama y yo no tengo fuerzas para acudir a su llamado, el insiste y finalmente hago un esfuerzo y me levanto y me acerco para ver que necesita cuando me dice: “Vos nunca me escuchas cuando te llamo…”, yo me sobresalto e inmediatamente me pongo a la defensiva lista para responder y contraatacar: “eso no es cierto, es que vos no me comprendes….”, y así seguimos por un rato hasta que nos encontramos enredados en una discusión sin sentido que sólo busca lograr demostrar que cada uno tiene la razón.

            Y entonces me pregunto, ¿nos hemos comunicado? Bueno, en cierto sentido si, pero ¿nos hemos escuchado y comprendido? No, eso seguro que no.

            Nuestras expresiones están plagadas de interpretaciones, juicios, valoraciones, e incluso acusaciones. Nos cuesta comunicarnos sanamente, en forma clara, expresando aquello que observamos, sentimos y necesitamos.

            Caminamos por la calle, nos detenemos a observar una parada de colectivo, y ahí nomás sin siquiera haber emitido una palabra, aparecen los juicios: “mirá como camina ese señor, seguro que está loco”, “¿y esa señora? ¿Qué le pasará? Seguro que está deprimida porque no llega a fin de mes”, y ese hombre ¿que tendrá? ¿No será que lo echaron del trabajo?”, y así podríamos seguir en nuestro diálogo interno que no cesa de emitir juicios y evaluaciones.

            Ahora yo me pregunto, ¿qué nos sucede cuando a partir de estas evaluaciones es que nos comunicamos, cómo sigue la secuencia del diálogo con la otra persona?

            Marshall Rosenberg, en su gran obra sobre “Comunicación No Violenta”, nos enseña la primer premisa para comunicarnos bajo este esquema: OBSERVAR SIN EVALUAR, no nos exige que seamos totalmente objetivos ni que nos abstengamos de hacer evaluaciones, nos pide que mantengamos una separación entre nuestras observaciones y nuestras evaluaciones, pues si combinamos la observación y la evaluación, seguramente la otra persona escuchará una crítica (“Comunicación no violenta, un lenguaje de vida”, Marshall B. Rosenberg, Gran Aldea Editores, página 40).

            En la terapia Gestalt también se focaliza en esta premisa, y se refieren a ella con el concepto de lo Obvio y lo Imaginario.

            La relación que entablamos con nuestro entorno es experiencial, tomamos contacto con ella a través de nuestros sentidos, y generalmente está altamente contaminada por nuestras subjetividades (“Entrenamiento e Gestalt”, Eduardo Carabelli, Editorial Del Nuevo Extremo, página 58).

            Cuando nos referimos a lo obvio, aludimos a aquello que puedo captar a través de mis sentidos sin ningún agregado extra ni calificativo, es simplemente descriptivo. Por ejemplo: es obvio que estoy escribiendo en este momento con la computadora. Esto también es una observación, es decir que lo obvio surge de la observación pura y simple y despejada de toda calificación, interpretación o evaluación.
           
Luego aparece lo imaginario, aquello que yo libremente agrego a lo obvio, lo que supongo, invento, pensamientos, interpretaciones y evaluaciones.
           
Esto sucede casi sin darnos cuenta, constantemente aparecen los imaginarios, las evaluaciones, y no es que no podamos hacerlo, el punto es que solemos confundirlos y no distinguirlas de las observaciones.

            Si tan sólo pudiéramos darnos cuenta que se trata de una interpretación o de un imaginario que estamos agregando a la observación que realizamos, no se generarían tantas distorsiones en la comunicación, que luego probablemente éstas decanten en un conflicto que puede llegar a altos niveles de escalada.
           
            Para ilustrar con un ejemplo:
            Es obvio que estoy tocando las teclas de mi computadora y estoy acostada sobre mi cama.
            Esto surge de la pura observación que realizo con mis sentidos.
            Puedo imaginar que estoy chateando con un amigo que vive en otro país, tramando un encuentro clandestino en algún lugar. Y al imaginar esto, aparecen mis evaluaciones: eso no está bien, que feo que se comporte así, me indigna que las personas mientan!

            Todo esto surge de lo que imagino a partir de la observación, y quien sabe si es así, puede serlo o no, lo central aquí es poder distinguirlo, luego darme cuenta que es lo que estoy imaginando, y lo que luego evalúo y siento al respecto, entonces resulta clave que pueda revisar si esto es así, poder consultar, preguntar a la persona si lo que está haciendo es chatear con alguien y tramar un encuentro clandestino.
           
Es decir que a través de la pregunta podré corroborar mi imaginario, mi hipótesis, mi supuesto, lo cual puede ser cierto o no. Entonces me doy la oportunidad de despejar imaginarios y evaluaciones que resultan erróneas, evitar enojos o juicios equivocados, y clarificar mi comunicación.

            Este movimiento que pareciera tan sencillo, es fundamental, pues en la medida que nos hacemos cargo de nuestras interpretaciones y evaluaciones, de nuestros imaginarios, podemos revisarlos y dejar de confundirlos con lo real.

            Por ello, expresarnos desde la observación fenomenológica, describiendo lo que veo, agregando luego lo que yo imagino, interpreto y evalúo, marca una gran diferencia que permite al interlocutor, a la persona que recibe el mensaje, escucharlo y recibirlo de otra forma, sin sentir que es una crítica o un acusación, sino por el contrario dándole la oportunidad de responder, aclarando lo que considere necesario, y entablando así una comunicación más clara y eficaz.

            Entonces, volviendo a la conversación inicial relatada, cuánto hubiera cambiado si yo hubiera expresado: “Escucho que me llamas mientras estoy recostada debido a un fuerte dolor de cabeza – describo la situación, observación -, y por ello me cuesta levantarme y acercarme a donde estás” - expreso mi evaluación. Esta nueva forma abre una conversación sin acusaciones, ni recriminaciones, más honesta y clara, permitiendo que el receptor escuche y reciba mi mensaje, para así darnos la posibilidad de construir una mejor comunicación donde ambos nos podamos sentir escuchados y comprendidos. 


María Carneiro
Abogada Mediadora Gestaltista
Facilitadora Bioenergética
@mariacarneiro



No hay comentarios:

Publicar un comentario