EL ARTE DE PREGUNTAR
Quizás la existencia de una respuesta dependa
solamente de que se haga la pregunta adecuada.
El sabio no es el hombre que proporciona las
respuestas verdaderas, es el que formula las preguntas verdaderas.
Paulo Freire dice en relación al preguntar:
“Porque al inicio del conocimiento, repito, es preguntar. Y solamente a partir
de preguntas es que se debe salir en busca de respuestas. Y no lo contrario….”
Es a través de las preguntas, que podemos
abrirnos a conocer el universo del otro.
La pregunta nos abre un camino, nos
permite adentrarnos en las vivencias de otra persona, caminar y sentir su
experiencia, tomarlo de la mano e ir entrando en su mundo, despacio y a su
ritmo, ayudarlo a descubrir nuevas respuestas.
Ahora, es tan importante el contenido de
la pregunta, el qué pregunto, lo que estoy buscando con esa pregunta, como el
modo en que pregunto, la manera, mi tono de voz, la pausa, la cadencia, su
ritmo, la mirada, y la oportunidad, el momento en que hago la pregunta.
Es como componer una música, debo
contemplar las notas que elijo, los silencios, las sensaciones, la sutileza, y
el momento en que elijo tocar esa música.
No es lo mismo escuchar un tango, que un
bolero o un rock.
Para ello debo estar atento a aquello que
busco lograr con la pregunta que formulo.
Y detenerme a darme cuenta cuál es el
CÓMO, el modo apropiado para formular esa pregunta, cuál es el tono de voz que
elijo, cuál es la mirada que acompaña esta pregunta, cuál la expresión de mi
cuerpo, la postura desde la cual hago esta pregunta, cuáles son mis pausas,
cuáles mis acentos, cuál es la melodía que tiene mi pregunta, cuál su sabor, su
sentir.
Si es una pregunta que formulo a través
de la escritura, también puedo transmitir con el teclado su intención, su modo.
Sus mayúsculas, sus puntos y aparte, sus
comas, sus silencios.
Cuando leo algo, como este texto que
estoy escribiendo, por el sólo hecho de leerlo, yo escucho una voz que lo lee,
hay un tono que traduce estas palabras escritas, yo las recibo en mi interior
con un tono determinado, y para ello debo ser consciente de la forma en que
escribo, la forma en que formulo mi pedido, mi pregunta.
Diría que es más importante el modo, la
forma, el tono, que el contenido de la pregunta…
No es lo mismo, preguntar:
QUE TE PASA?
Que preguntar, con una pausa, un
silencio, una mirada tranquila y cálida a los ojos: Hay algo que te está
pasando y quieres compartirme?
Seguramente, en el primer ejemplo, la
persona responda en forma reactiva. En cambio en el segundo, la persona se
afoje, y sienta confianza para expresar aquello que le pasa, y genere otro
clima, y podamos adentrarnos en ese mundo que comienza a abrirse, donde
podremos zambullirnos y juntos caminar en su proceso, cuál sea esté que elija
acompañar.
La oportunidad en que pregunto, el
CUÁNDO, también es muy importante para tener en cuenta.
Elegir el momento adecuado, generar el
clima que prepara la pregunta, y darle lugar a esa pregunta, dejar que la
persona la reciba, y pueda contestar aquello que puede, quiere y necesita.
Si hago una pregunta importante, pero no
tengo tiempo de escuchar la respuesta, probablemente, sea una pregunta perdida
y quede sin sentido, y deje al receptor de la pregunta solo, con una sensación
de abandono, pues le llegó la pregunta pero no pudo contestarla ya que quien la
formuló, no tenía tiempo.
O bien, he formulado la pregunta delante
de personas que lo intimidan, y no hay un clima adecuado y de confianza para
que esa persona pueda explayarse, por tanto sólo contestará para quitarse la
pregunta de encima.
Y una vez más, habré desperdiciado esa
pregunta que quedará sin sentido.
Finalmente, considero que debo tener
presente lo que estoy preguntando, el QUE de la pregunta, el contenido, aquello
que busco con mi pregunta, hacia dónde voy con mi pregunta, que estoy queriendo
conocer? ¿Para qué realizo este pregunta?
A veces puedo inferir lo que me está
queriendo decir la persona, puedo imaginarlo. Sin embargo, es importante que
sea la propia persona quien pueda expresarlo con sus palabras y a su modo y
tiempo, que pueda decirlo sin ayuda, sólo con mi presencia y guía, para de esa
forma lograr su darse cuenta de aquello que necesita.
Por ello, debemos tener en claro que
preguntamos para descubrir ese universo,
no para ratificar nuestra opinión o nuestras creencias. Lo hacemos para
abrir ese mundo con prudencia, respeto y delicadeza.
Para ello, es tan importante el modo en
que pregunto, la oportunidad que elijo para hacerlo, como su contenido.
Ahora bien, si no estoy dispuesto a
recibir la respuesta, la pregunta cae en un saco vacío.
Y para ello, lo más importante es la
actitud con que voy a recibir esa respuesta. Y aquí llega la madre de esta
actitud, la Empatía.
Carl Rogers, describió el efecto de la
empatía en las personas que la reciben: “Cuando
alguien te escucha realmente sin juzgarte, sin tratar de
responsabilizarse de ti ni querer cambiarte, sientes algo maravilloso… Cuando
me prestan atención, me escuchan, soy capaz de percibir mi mundo de una manera
nueva y seguir adelante. Resulta sorprendente ver que algo que parecía no tener
solución, la tiene cuando hay alguien que te escucha. Y todas las cosas que
parecían irremediables se convierten en un río que discurre prácticamente sin
trabas por el solo hecho de que alguien ha escuchado tus palabras.”
En definitiva, la empatía radica en
nuestra capacidad de estar presentes ante lo que realmente le ocurre por dentro
a una persona, antes los particulares sentimientos y necesidades que está viviendo
en ese mismo momento.
Y esta es la clave para realizar las
preguntas que nos permitan adentrarnos en el universo de ese otro, y poder
recibir sus respuestas, para juntos ir tejiendo nuevos caminos de creación y
solución.
María Carneiro
Mediadora – Abogada – Gestaltista
@mariacarneiro
Bibliografía: “Mediación intrapersonal”,
de Cecilia Ramos Mejía, Librería Editorial Histórica Emilio J. Perrot,
Colección Visión Compartida.
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