miércoles, 9 de noviembre de 2011

Creando la danza de los duelos....

Quiero compartir cómo se gestó y nació esta obra desde el inicio.

Creo que hay ciertas experiencias - por no decir todas - que hasta que no las vives no tienes idea de qué se tratan.

Antes de que me tocara vivir en carne propia el duelo de mi padre, cuando iba a un velorio o entierro y veía todo ese clima de tristeza, podía conmoverme pero sin saber qué les pasaba, como si mirara una película en el cine. De hecho les decía "lo siento mucho, pero la verdad que no se que es este sentimiento, no puedo dimensionarlo".

Lamentablemente la vida está íntimamente unida con la muerte, pues desde que nacemos hay algo que es inevitable: vamos a morir pues somos seres finitos.

Cuando murió mi papá, me tocó vivir mi primer experiencia. Fue un tornado, repentino, abrupto, arrollador, pues si bien lo presentí días antes, luego la vorágine de lo cotidiano me hizo olvidarlo, y un sábado 12 de agosto y en menos de 12 horas partió papá después de luchar con su corazón por un fuerte infarto en las arterias centrales.

Las emociones vividas tanto ese día de espanto y llanto, como las siguientes sin duda fueron muy fuertes. Pude sentir la muerte de cerca, vi su cara cuando se llevó a mi padre, y sentir mi llanto desconsolado por lo inevitable.

Pero ese día, el camino recién comenzaba, me esperaba un largo sendero por recorrer.

Los días siguientes fueron de no poder creer lo que había ocurrido, no entender, sentir como que no pasó nada y si pasó todo.
Sin embargo, sentí mucha vibración, una oleada espiritual me rondaba, música en mis oídos apareció y buscando con una amiga cuál era me dí cuenta que se trataba de la ópera Nessum Dorma, que emoción! Jamás la había escuchado y sonaba en mis oídos.

El cariño de la gente fue bien recibido por mi, sentir su calor y sus abrazos, en la Recoleta sentía que mi cuerpo se desplazaba entre los brazos de amigos como si estuviera danzando....

Y luego la soledad, el silencio, tan sólo el canto de los pájaros.

Es que así como el nacer o el morir es un acto individual, que uno puede acompañar, pero sólo uno mismo puede vivirlo, de la misma manera un duelo sólo puede ser vivido por uno, es parte de la vida aprender a recorrerlo en esa soledad.

Si pienso en las etapas del duelo, creo que pasé por la negación y la ira más rápido y llegué al llanto y me quedé un poco allí, llorando y permitiendo que mis lágrimas caigan, sintiendo ese dolor por la pérdida de un ser tan querido como mi padre.

Me di cuenta que tenía una relación muy linda y cercana con mi padre, quien me había acompañado y cuidado todos esos años con mucha generosidad, pude ver todo lo que me había dado, lo sentí y mis ojos se abrieron ante su entrega.

Y lo más honesto que me salió fue decir GRACIAS.

Cómo lo extrañé y aún lo extraño.

También comprendí su partida, el sentido que tenía en mi vida y en la de mi familia, fue la mejor forma que tuvo mi padre de acompañarnos a nosotros con la enfermedad de mamá, él sin duda desde el cielo podía colaborar más, aunque extrañemos su presencia.

A papá le partió el corazón ver cómo el alzheimer y la demencia de Pick iba deteriorando a mamá, no pudo soportarlo, era muy sensible aunque no lo parecía, y ver que su compañera de toda la vida a quien amaba profundamente se iba desdibujando no pudo vivirlo, y sin duda desde el cielo podía ayudarnos y acompañarnos mejor. Es así.

Luego de bastante elaboración y terapia, fui llegando a la aceptación, a comprender el sentido de su muerte, a comprender que su muerte también me abría a mi las puertas para que continúe mi camino, y así fue que pude concretar luego de 5 años, mudarme a mi estudio, mi espacio, a darle mi forma con mi impronta, con esa mezcla que soy de mediadora, abogada y artista que llevo dentro, esa conjunción, sin culpa.

Y mientras estaba procesando mi mudanza, la cual fue muy movilizadora, apareció el libro que mi amiga Cynthia me acercó a mis manos: "La Rueda de la Vida" de Elisabeth Kübler Ross, su autobiografía, me conmovió totalmente. Una mujer increíble, con un dar y una entrega fuera de lo común, una maestra.

Y un día, recordé que Beatriz, dueña del espacio cultural La Escalera, me había dicho que si tenía alguna idea para aportar al festejo de los 20 años, sería bienvenida.

Y así apareció la idea, cómo cuando a uno se le enciende la lamparita, y quise darle forma y expresar a través del lenguaje de la danza teatro que tanto quiero, las cinco etapas del duelo.
La llamé a Beatriz y le conté mi idea, quien se entusiasmó y me recibió generosamente para empezar a darle forma a la idea naciente.
Mi corazón palpitaba, se emocionaba de haber encontrado algo valioso para crear, muy sentido, muy parido.

Cuando fui a La Escalera, nos topamos con cómo representar a la negación, y cómo recrearla, qué difícil, le dimos vueltas hasta que me vino la imagen de la película The Wall donde el protagonista se mantiene inmutable ante las escenas de destrucción que hay en su alrededor. Y eso, lograr transmitir que la protagonista no se inmuta ante ningún estímulo externo, eso es la negación, no responde!

Luego darle forma a la IRA que irrumpe desesperada luego de tanta negación, está furiosa y no entiende, es bruta, torpe, irreverente, y pregunta POR QUÉ? Dice todas las malas palabras que se les puedan ocurrir, y no para de gritar y querer romper todo, tiene una fuerza inusitada.

Pero se agota y finalmente CAE en un llanto profundo y estremecedor, se arrolla a si misma, vuelve a la posición fetal, se consuela, se ensimisma en su propio dolor.

Hasta que un sonido la despierta, y comienza a reconocerse, mirarse, hablarse a si misma, mirarse en el espejo, comprenderse, manos amigas se acercan, y va sintiendo su ser.
Comienza la aceptación.

Y así de a poco empieza a andar, y quiere salir, mirar el afuera, contemplar las flores, la naturaleza, la música, su cuerpo quiere danzar, moverse, correr, saltar, la alegría se despierta y la acompaña.

Y renace nuevamente. Ha llegado la Esperanza.

Creo que un duelo es un proceso intenso, inesperado, no querido, repentino, o quizás no tan repentino cuando se trata de una enfermedad terminal, sin embargo creo que nunca es buscado.
Pero es parte de la vida, es una fuerte pérdida que nos conmueve profundamente y nos cambia la vida.

Estar dispuestos a vivir el duelo y sus etapas, las que pueden ir en distinto orden pues no es lineal el proceso y uno puede saltar de una etapa a la otra, pero sin duda poder vivirlo pues nos va a transformar y enriquecer.

Además los duelos no sólo los vivimos por pérdidas de seres queridos, también los vivimos por pérdidas de lugares al mudarnos, por pérdidas de trabajos, separaciones, migraciones, en fin son muchas las situaciones de duelo que podemos vivir a lo largo de la vida.

Creo que lo más importante es poder vivir estos procesos que si bien no son gratos, pueden llegar a ser muy enriquecedores y transformadores y son parte de la vida.

María Carneiro.

2 comentarios:

  1. Hola Negrita, Gracias por compartir tus sentimientos del proceso del duelo, vivencias y tu mariposa de la transformación, en creación.

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  2. María, tu reflexión brota de un sentir auténtico, puro, integro. Descubrir tus palabras, es seguir descubriendo ese ser maravilloso que hay detras. Gracias por compartirlo y por abrir tu corazón!!!

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